Texto de la semana Juan 10:1-18
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Con la resurrección de Lázaro tenemos el séptimo y último milagro (si no contamos el trueno del c 12) que cuenta Juan (aparte de la resurrección de Jesús mismo). Tal impacto resulta de este evento, que los jefes de los judíos consideran prudente no solamente matar a Jesús, sino también dar muerte otra vez a Lázaro (12:10). Sería como hundir un balón de aire en el agua. La historia de Lázaro le sirve a Jesús para enseñar que él es la vida (11:25). Yo soy la resurrección y la vida; el que cree en mí, aunque esté muerto, vivirá.
Todos los milagros en el evangelio de Juan tienen su enseñanza, aparte de afirmar la autoridad de Jesús. La resurrección de Lázaro enseña sobre la muerte y la vida. Nos da, de forma gráfica, otra perspectiva de la muerte. Me acuerdo de la impresión que llevé en un entierro donde la familia decía, en su “último” adiós, para siempre, para siempre. Pero en Cristo la muerte no es así. Es como un túnel que atraviesa la montaña. Desde fuera ves entrar los vehículos y parece que les traga la montaña. Pero luego salen, para llegar a su destino.
Es cierto que Jesús llora ante la tumba de Lázaro y ¡quién no! La muerte siempre es un momento de dolor. Pero es un momento. Es esencial que los cristianos vivamos esta vida desde la perspectiva de la eternidad. Cuando Jesús, como Buen Pastor, da su vida por sus ovejas, es pasar por el túnel. Pongo mi vida para volverla a tomar. (Juan 10:17). Él llegó a ser las primicias para todos los que le siguen (1 Corintios 15:20). Abrió el túnel.
Sería un ejercicio muy útil redactar la diferencia entre los que ven la muerte como paso a otra vida y los que la ven como callejón sin salida. En el trato con los demás, en las cosas materiales...
¿Como demuestro que creo en la resurrección?
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